Una vez más la gran afición cordobesa contempla como su equipo es vapuleado y humillado por un contrincante; sí, quizás fuera superior, es más, afirmo que el club de Vallecas por clasificación y plantilla a priori era mejor que el club de la capital califal, pero me niego a tolerar tal ultraje hacia un sentimiento por unos portadores de unas camisetas que valen más que ellos mismos.
Un cinco a cero, ¿se puede comentar algo positivo de tal holgado resultado? una vez más nos encaminamos hacia el precipicio, el equipo de nuestros corazones nunca mejor dicho porque nos lo deja marchitos como flores dentro de libros.
¿Esperanza otra vez? Sí, nos salvaremos, pero a un precio que nos llevará como siempre a ser los menospreciados en la categoría, a ser un equipo del que se reirán nuestras aficiones competidoras, a hacer un proyecto de desechos y no de oportunidades. Córdoba vuelve a prepararse para ser el equipo de los milagros de última hora, el equipo de los goles de Montenegro, Olivera o el del no-gol de Abraham Paz.
Estoy cansado de no poder lucir mi elástica con elegancia un lunes como cualquier otro, estoy cansando de tener que esconder mi euforia, más que nada porque no la encuentro. Un sentimiento con el que nací y al que me encadené con gusto pero al que me cuesta tolerar cada vez más. Ver gloria y fracaso en muchos equipos es bonito, pero no es bello ni mucho menos ver el fracaso un domingo tras domingo. No es tolerable que la undécima ciudad de España, la más bella si cabe, haya que encaminarse a los santos el último día para conseguir el más triste de los premios de consolación, una nueva oportunidad que año tras años se le da y es desaprovechada.
No son culpable, no hay culpables, ¿es nuestro lugar entonces? Me niego a creerlo. Aún así y aunque esté dándoles razones a quienes satirizan mi sentimiento, PASIÓN INFINITA siempre. Quedan cinco partidos, cinco como cinco goles que hemos recibido, marquemos uno en cada uno para ganar los 5 y limpiar de desgracia nuestro historial.
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