Cruces de Mayo, llegó el mes grande, para la más histórica capital del más antiguo imperio omeya, y con ello la fiesta. Y lo que ella trae...
Me encuentro en el salón de mi casa, con ojos entrecerrados que me dificultan la escritura de este texto, pero el sueño no me puede atrapar ahora porque escribir en directo la miseria mental que contemplo es más eficaz que relatarlo pasada unas buenas horas de dormir y un gran amanecer que me libre de toda esta mala hostia que sinceramente siento.
Fiesta derivada en descontrol como siempre, hombrecitos y mujercitas que no saben más que exaltar la alegría de una fiesta mediante el alcohol y desenfreno. Son las 1.00 y en la calle se escucha repetidamente el Iyoooo! de expresión típica cordobesa, luego lagrimas falsas provocadas por la sensación de soledad que deja el alcohol. Luego viene el vandalismo apaciguado por unas papeleras, otras veces estrellada en unos bancos que pobres son sino son de hierro. Y... los vómitos, el mal olor que dejan unos locos al amanecer de una ciudad.
Mayo cordobés... romancero de unos pocos ya convertido en locuras y movida para otros muchos. Se que es imposible pedir lo impedible... pero un poquito de por favor.
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