La extrañeza me poseyó en este día cuando mis andares me llevaban por el centro de mi ciudad, Córdoba. Un viento silenciador cayaba los pasos de las personas, el golpeo de las hojas se sobreponía al de las risas de los niños.
Paseaba por una ciudad que no conocía, me sentía forastero en en la comunidad que me vio nacer y crecer. Una tristeza sucumbió al restar mi pensamiento, ¿había olvidado mi sangre?, deseaba que no. Galope más deprisa buscando recordar mi sentimiento cordubense, ser de nuevo un enmigrante de mi tierra que regresaba.
Logré volver a mi cordura pero ahora temo que un viaje hacía la lejanía que rodea a mi tierra me haga olvidar mi camino cordobés. Sin embargo, no es malagueño lo que siento en mi sangre, ni madrileña, ni sevillana ni linarense... ¿temo ser un extraño de este mundo pues? no lo sé.
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