viernes, 27 de marzo de 2009

Primavera...

Como bien sabéis, soy un emigrante que salió de su tierra en busca de cumplir un sueño llamado ser periodista.

Una ciudad es un mundo, similitudes y diferencias he encontrado, belleza de los monumentos cordobeses que dudo que en España tenga un igual. Paseo para pensadores que difícilmente se pueden superar.

Córdoba, desde la época musulmana, se caracteriza por su artesanía, la joyería que deslumbra a todo quien pueda permitírsela. Pero hay una joya valiosa, la envidia de otras tierras o al menos eso deberían hacer, la mujer cordobesa.

Un chico alejado de su ciudad entra en consonancia con otros mundos, otra ciudad, otra gente y otras mujeres... Es increíble la diferencia que un palmo de kilómetros puede ocasionar en la elegancia de los rostros, en el arte de sus figuras.

De sangre judía, antepasados moros, y cristiana ahora, la alegrías de nuestras calles de podría definir como el alumbramiento de la ciudad. Cada paso que da una persona es un alarde de belleza; te encuentras con una sonrisa que inevitablemente te contagia... unos ojos que te enamoran, una piel que como un espejo te deslumbra y su aroma, la fragancia que atropella nuestros sentidos.

En fin... que guapa es la mujer cordobesa cuando llega la primavera.


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