miércoles, 26 de octubre de 2011

Reflexiones sobre la felicidad – Un mundo feliz

Tras varios meses deseándolo, por fin pude ponerme y terminar de leer el libro de Aldous Huxley Un mundo feliz. Y gracias a Dios que lo conseguí porque una vez más un hombre de varias décadas atrás tuvo que venir a recordarme lo que es de verdad la felicidad: no renunciar a la capacidad de pensar.

La novela distópica nos traslada a un futuro lejano e incierto, no se sabe muy bien por qué se ha llegado hasta ahí pero la bandera de la civilización unida se ha impuesto a las triviales naciones de nuestros días. El castellano o el francés son lenguas muertas, las religiones poesías del pasado que nadie recuerda, la moralidad del bien o el mal tampoco hayan presencia entre la humanidad.

¿He dicho humanidad? Quizás tenga que retirarlo pues la civilización que se nos propone es un mundo ideal donde los valores intangibles del hombre y la mujer no existen. ¿Amor y odio? Suenan a leyendas. Los hijos ya no nacen, se cultivan, se crean a catálogo para tener un cometido y ser felices con esa labor.

Sin embargo quedan reductos de la tierra donde la vida sigue su curso, donde el designio del destino y la lucha natural y evolutiva del ser humano cobran su razón. Cuando uno de esos elementos se introduzca en la perfecta sociedad.

Ya concluyendo sobre el libro propiamente dicho, Un mundo feliz son algo más de 250 páginas en la edición de bolsillo que yo escogí para leer, las primeras 50 pueden llegar a ser agobiadas pues no intentan describir todo ese entramado de creación de la sociedad ideal. Pero ello termina por ser engorroso y hasta que no comienzan las letras a regalarnos conversaciones no engancha la novela.

Diálogos entre personajes dispares. Desde los nostálgicos de ese mundo ideal que perdieron a los que se sienten solos porque no encuentran realizada esa función que le tocó en la lotería de la fábrica. Protagonistas son todos, porque todos ellos aportan algo para la reflexión aunque será Bernard Marx quienes nos guíe a través de ese loco mundo que se inicia en Londres.

Siempre es bueno pensar, reflexionar, opinar tras leer un libro como este que nos plantea un mundo aparentemente feliz, donde los elementos de la vida conviven sin problemas y se alcanzan las condiciones óptimas para la felicidad. ¿Pero merece la pena todo ello si renunciamos a nuestro corazón? Es decir, ¿si extirpamos de nuestro ser nuestras ansías de decidir por nosotros mismos.

El discurso de Huxley nos expone que para algunos quizás merezca la pena. Pero yo creo que no, nunca lo conseguiría. Al fin y al cabo la felicidad como tal nunca existiría, por mucha droga, como la que aparece en el libro, pudiéramos acaparar. En la sociedad perfecta de Un mundo feliz se nos presentan las necesidades básicas de la Pirámide de Maslow cubiertas, y también la de trabajo, entretenimiento… Pero siempre quedará un trozo de cúspide al que no lleguemos.

La única forma de autosatisfacerse residirá en uno mismo, no en la imposición. Aunque esto es una reflexión que necesitaría de miles de entradas.

En definitiva os recomiendo este libro, no es un tocho aunque pueda resultar difícil para los que no acostumbren a leer este tipo de texto. Pero siempre es bueno tener presente los discursos del pasado y recordar los temores de escritores lejanos para hacer frente a lo que nos guarde el futuro.

 P.S. Entrada dedicada a Adra Gómez, quien me inculcó ese deseo por leer este libro y otras novelas distópicas. Por pensar más al fin y al cabo. Y también a mi hermana Paloma, que me regaló y dedicó este libro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario