Otro año más se acerca ese triste domingo de junio en el que balón deja de rodar por los estadios de nuestro país, consuelo para muchos que gozarán de la compañía de amigos y familiares en esos fines de semanas carentes de entretenimiento deportivo. Esos días serán de lagrimas, largas tardes de sábado y domingo pasados sentados en asientos verdes, blancos, grises o bien animando de pie en un campo símbolo de corazones rotos y alegrías perdidas.
Son solo dos partidos los vistos desde el estadio este año por un servidor, pero en ellos pude ver lo bueno y lo malo de este año. Fui presente de una temporada resumida en dos partidos, uno en que se bajaba los brazos ante un rival de peor entidad, y otro en el que nuestra casta se sobreponía a cualquier clase de fútbol. Una temporada metáfora de un precipicio con un hombre en forma de equipo cogido por otro, en forma de sentimiento, llamado afición. Largas semanas en que se miraba más abajo, hacía un abismo que solo estaba a un paso, a veces caía, a veces subía hasta que un rayo llegado del cielo atravesó a ese plantel y con una afición encolerizada lo levantó hasta llevarlo a refugiarse debajo de un árbol llamado salvación.
Pero tras tantas primaveras con corazones palpitando al ritmo de vientos huracanados… 2009 llega con la mayor relajación posible en un equipo llamado Córdoba. Permanencia conseguida de forma más prematura que nos hace que las lágrimas de final de temporada sean solo de egoísmo de querer más fútbol, de no querer esperar al próximo curso ligero en el que el sueño de escalar a primera dejará de ser por fin una utopía.
El infante inmaduro está preparado para volver a ilusionarse, para volver a luchar como un espartano que una gran ciudad se merece. Ejemplo de ello es que deja de estar cuidado por un presidente para empezar con un futuro que puede ser grande o muy esplendoroso si las ganas de un numeroso sentimiento convencen a los bolsillos de unos ricos foráneos.
Lloremos ahora por el fin de liga porque el año que viene lloraremos más porque nuestros sueños dejaran de ser tales.
Por un junio por fin tranquilo.
Un emigrante amante de su Córdoba.
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