sábado, 17 de julio de 2010

Oportunidades para presumir

No pensaba escribir sobre el mundial, consideraba que mi palabra aquí sobraba pues cualquier palabra que componga cada frase mía se perdería en un mar sin sentido e inigualable a los mejores artículos surgidos en los últimos jornales. Pero aquí estoy, ya no hay marcha atrás, he puesto los dedos sobre el teclado y cerrando los ojos, como acostumbro en estas entradas -luego vendrán mil faltas de ortografía pero es la mejor forma de contar lo que tu corazón dice y no lo que obligar a teclear una cabeza llena de sandeces sin sentido-, me dirijo ya a relatar mi versión del día más feliz de la historia del deporte español.


El Imperio Español volvió a nacer, titulaba un modesto periódico de las tierras más belicosas de la península durante los romanos, Cantabria. Nuestra gloria hispana se alzaba con la victoria en los mares del sur ante la espartana fuerza de los Países Bajos, el cetro de oro, la bola preciada era alzada al cielo y desde Estambul a Buenos Aires unos mismos colores teñía la roja y gualda noche de verano.

Fue duro, nadie dijo que fuera a ser fácil, pero con duro nuestros pensamientos se dirigían a un partido con peligros, con calidad desbordada por la mejor de las calidades en una zurda, Robben; o diestra, Sneijder; pero golpes tras golpe fuimos viendo como el evento más importante cada dos pares de años se iba convirtiendo en las crudas batallas de las Guerras de Flandes. Inglaterra auspiciaba la intolerancia naranja con su embajador de paz pero había que soñar, cerrar fuerte los ojos y esperar el cumplimiento de un sueño, la realidad de esa imagen.

Y llegó, 116, una cifra, un minuto elegido por el destino para que desde la banda izquierda un balón mal puesto de un batallador nuestro fuera a parar a un pistolero, el más rápido de las tierras londinenses, y que este le dejará el bocado final, el cañonazo hacia el triunfo al Caballero de la Triunfante Figura, el hidalgo de la Mancha surgido desde Fuentealbilla para encaminar a nuestros tercios, cuatro siglos después, a dominar el Sol desde el este hasta el oeste.

Ahora toca presumir, golpear en nuestro pecho, sonreír por ser español, rechazar la mentira, el sueño, porque ahora vemos realidad. En nuestras cabezas ya no imaginamos esas narraciones de los goles sino existen y están ahí para quienes quieran escucharlos de nuevo y volver a sentir el sabor del gol, del triunfo, de la gloria hispana en Johannesburgo.

No, tampoco es falso que desde Bilbao a las Tendillas, pasando por la Cibeles y la Canaletas, solo se vieran desde el cielo dos colores, cada cual más bello, el rojo por el sacrificio y el amarillo por la victoria, la sangre y el oro.

España es Campeona del Mundo y no es un sueño. Es hora de presumir, es hora de no soñar.

P.S. Aprovecho para dejar que escucháis una preciosa pista de la banda sonora de Harry Potter y el Cáliz de Fuego, la cual transmite la esperanza, el deseo. Clickar aquí.

1 comentario:

  1. Que bien escribes jodío, y que orgullo de poderte leer, que ya hacía tiempo que no veia nada nuevo en tu blog.

    Besos desde Cáceres.

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