lunes, 8 de abril de 2013

Aquella pequeña biblioteca

El tiempo no es esquivo a la nostalgia… Cada gota de lluvia acrecienta esa memoria, cada rayo de luz la vuelve más tenue en vez de borrosa. La nostalgia no es simple recuerdo, es sentimiento, el poder de llevarte a momentos y hacerte añorar cual fina línea de batalla tuvieras.

Una pequeña foto, cuyo tamaño no llega ni para sobrepasar a tu dedo pulgar, puede transporte contra voluntad propia a ese día, a ese lugar, a esa vieja costumbre. A esa pequeña biblioteca. Aquellas mañanas de recreo, donde ejercíamos de defensores del patrimonio curando las heridas de aquel viejo libro sagrado, de las risas por esa otra enciclopedia de los horrores o los retos del lector más rápido. Hábitos, formas de pasar el poco tiempo libre de aquel colegio donde creciste.

Saltas de esa biblioteca, renaces en las aulas. Pupitres pequeños, sillas incómodas, tratas de acomodarte usando esa pared de pinturas caídas pero sin manchar tu jersey nuevo. Una última clase va a empezar… Los sudores caminan por la frente y el hambre no es solo cuestión de comida. Esperamos el timbre esperanzador, unos deciden cogerle el reloj al profesor y adelantarlo unos minutos. Cualquier cosa es válida por ver esa puesta de cristal antes de que caiga una hoja más.

La sirena suena y la libertad vuelve. Junto a aquel eterno pilar esperes junto a un compañero unos minutos para volver a casa. En frente otros no tienen tanto tiempo para el reposo y corren hacia el autobús. Aquel joven de pantalones verdes chillones en zancada a zancada regresa en tu mirada, las carcajadas estaban aseguradas.

No es un día normal, es un día del pasado. Una vida corta pero tan llena de recuerdos. Viajes a las mañanas del ayer, a las minúsculas preocupaciones, a esos detalles que hacían cada día especial entre tanta monotonía.

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