Una vez más, la normativa vira el comportamiento del pueblo a alejarse por ley del político. A demostrar un día más su simple protagonismo en un papel cada cuatro años. Ciudadanos sin representación, sin posibilidad de expresar y hacer cumplir a sus votados el cometido por el que fueron elegidos.
¿Cómo puedo confiar en la clase política si resuelve sus problemas personales antes que los sociales? Vivimos en un sin sentido. En un país donde el ser con corbata echa el grito en el cielo, en que es maltratado por las masas porque algún exaltado llamó “asesino”. Pero en un estado donde destrozar familias enteras, donde cortar las oportunidades de volver a creer no es un problema de debate urgente.
Vuestra creencia metida en esos cuerpos embutidos en trajes, corbatas y maletines no es digna de exigir respeto. Escuchar al ciudadano debería ser lo legítimo, lo democrático. Vuestra coacción no es más que pura hipocresía, del que encuentra reuniones constantes, desayunos y cenas.
Un Gobierno basado en una mentira, en una falsa mayoría… Y este es el final, tener cuidado pues comer pipas puede ser vuestro fin.